Aitor Alonso Delgado Lucas
Una
de las noticias que han tenido gran impacto a nivel económico recientemente ha
sido la creencia de que España pueda estar cerca de entrar en un proceso
deflacionista. La
inflación es el aumento generalizado y continuo de los precios de una economía, y
la deflación es justo el proceso
contrario, la disminución continua y
generalizada de los precios. A lo largo de la historia, se han creado políticas
económicas para poder controlar la inflación, debido a que siempre ha existido
un miedo hacia ésta pero, ¿por qué se teme también a la deflación?
Desde mediados del año 2013, el Índice de Precios al Consumo (IPC) de España con respecto a la Unión Europea se ha mantenido por debajo, como muestra la gráfica siguiente con datos obtenidos de Eurostat y Global-rates:
Como
podemos ver, la tendencia ha sido negativa en ambos caso, siendo más acusada la
caída en el caso de España, llegando a ser cero
o negativa en los últimos meses.
La
deflación aparece en la situación en la que la oferta agregada supera a la demanda agregada, debido a un exceso de
oferta agregada o a una escasez de demanda agregada. En la situación actual de
España, con las medidas tomadas por el gobierno para afrontar la crisis es de
esperar que la demanda agregada se haya visto reducida considerablemente.
Aunque pueda haber gente que piense que la deflación es buena, ya que al
disminuir los precios, el consumidor puede permitirse adquirir más bienes con
un menor gasto, la deflación acarrea tanto consecuencias positivas como
negativas para la economía.
Por
un lado, la deflación puede traer consigo un efecto positivo en la economía debido a que, una disminución en los
precios genera que el salario real
de los trabajadores se vea aumentado
al incrementar su capacidad de compra. Las empresas deciden disminuir el número
de trabajadores e invertir en equipo
capital, lo que genera a su vez que aumente la productividad de los
trabajadores lo que conlleva un nuevo aumento del salario de estos (efecto Ricardo), y un incremento aun
mayor de la deflación al verse aumentada la oferta del mercado.
Sin
embargo, la deflación es un proceso que crea un círculo vicioso a partir de la disminución de la demanda agregada que
lleva consigo que las empresas vean disminuidos
sus beneficios y se vean obligadas a disminuir
los precios para aumentar sus ventas. Al disminuir sus precios deben
reducir costes, lo que significa tener que reducir el número de empleados. Si
aumenta el número de parados generado por los despidos de las empresas, la
demanda agregada de bienes se ve disminuida nuevamente ya que los desempleados
disminuirán su consumo. Este proceso se repetirá continuamente hasta que se
tomasen medidas al respecto.
Una de las últimas consecuencias en
las que puede desencadenar el proceso deflacionario es la Trampa de la liquidez,
desarrollada por John Maynard Keynes.
La trampa de la liquidez es una situación en la que los tipos de interés nominal se mantienen muy bajos y próximos a cero. Debido a esto, los ciudadanos tendrían
preferencias a mantener su dinero en mano, sin intención de invertirlo ya que
no obtendrían ninguna rentabilidad.
Un aumento de la cantidad de dinero en la economía no conseguiría aumentar el
tipo de interés nominal ni mejorar la economía, como se puede observar a
continuación:
Conseguir
salir de la trampa de la liquidez es muy complicado, ya que una vez que los
tipos de interés nominal estén cercanos a cero, la única manera de mejorar es
aumentando las expectativas de inflación. Esta acción, que debe de llevar a
cabo el gobierno, no será creíble para
los agentes económicos debido a que la mayoría de las políticas que realiza
el gobierno lo que buscan es todo lo contrario (disminuir las expectativas de
inflación).
Si
realmente continuamos esta tendencia a la baja del IPC, y seguimos acercándonos
a un periodo deflacionista, ¿será el gobierno capaz de controlar la situación?
Para
evitar entrar en un proceso deflacionario, el gobierno debería de llevar a cabo
una política fiscal expansiva basada
en la reducción de impuestos, lo que
generaría un aumento de la demanda agregada, y aumentos del gasto público en educación, infraestructuras,
etcétera. También, y debido al elevado desempleo en España, el gobierno podría
facilitar a las empresas y ciudadanos créditos a un bajo tipo de interés para
poder aumentar el consumo de los mismos, ya que la gran mayoría no puede
permitirse tener un alto nivel de consumo.
Hemos
podido ver que la deflación es perjudicial como la inflación, por lo que la
mejor opción es intentar mantener el índice
de precios entorno a cero, lo cual es un objetivo que a lo largo de la historia se ha buscado y
difícilmente ha sido conseguido.

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