Guadalupe Correa Lopera
Las actividades de los sindicatos de
trabajadores son uno de los aspectos del mercado laboral que más aparecen en
las noticias. Las negociaciones laborales, huelgas y confrontaciones entre
obreros y empleadores se ajustan bastante bien al formato televisivo siendo un
blanco fácil para el sensacionalismo. Así, es posible que esta retórica esté
dejando un poco de lado los efectos económicos que verdaderamente tienen los
sindicatos, lo cual, precisamente, constituye el tema central del presente
artículo.
Los miembros de los sindicatos, al
igual que el resto del mundo, tienen necesidades ilimitadas. Sin embargo, la
escasez de los recursos provoca que ningún sindicato pueda conseguir todo
cuanto desea, debiendo hacer, por tanto, ciertas elecciones. Entre las
principales pretensiones de un sindicato encontramos: mejorar los salarios,
obtener más prestaciones para los empleados, mayor seguridad en cuanto a
conservar el empleo y mejores condiciones laborales. No obstante, aquí
centraremos la atención en el primero de estos objetivos, esto es, la mejora de
los salarios.
(1)
Negociando
un salario base por encima del salario de equilibrio para el mercado y
racionando, de alguna manera, el número limitado de empleos entre los miembros
sindicalizados.
(2)
Restringiendo
la oferta de mano de obra.
(3)
Incrementando
la demanda de la mano de obra sindicalizada.
En relación a este último punto, los
sindicatos tratan de incrementar la demanda de mano de obra sindicalizada de
varias formas:
(3.1) Incitando directamente al
público a que compre únicamente productos elaborados por trabajadores
sindicalizados.
(3.2) Restringiendo la oferta de
productos elaborados por mano de obra no sindicalizada.
(3.3) Reduciendo los conflictos en el
trabajo e incrementando así la productividad.
(3.4) Mediante la oferta de un exceso
de trabajadores, lo que obliga a los empresarios a contratar más elementos
sindicalizados de los que preferiría.
En este sentido, leí un artículo
publicado hace ya algunos años en el New
York Times que hacía referencia a los efectos que puede ocasionar la última
de las opciones previamente citadas para tratar de incrementar la demanda de
mano de obra sindicalizada. Concretamente, el artículo hablaba acerca del
exceso de trabajadores existente en Broadway durante la década de los 90.
Los productores de Broadway durante
mucho tiempo habían argumentado que las restrictivas reglas laborales de los
sindicatos teatrales representaban una causa importante de los incrementos de
los precios de las entradas a los espectáculos. Los contratos sindicales no
sólo especificaban el nivel de sueldo, sino también el número de trabajadores
que se requería para cada puesto. Un ejemplo lo constituye el hecho de que las
reglas sindicales requerían que cada teatro en Broadway contase, de forma
permanente, con un carpintero, un electricista y un administrador de los
accesorios, que ayudaba a montar el escenario y a dirigir los ensayos. La
taquilla debía estar atendida por tres personas. El sindicato de músicos
requería que en cada teatro que se montase una obra musical debían contratarse
de 9 a 22
músicos, aunque la obra requiriese un número más bajo.
En la medida en que estas reglas
laborales sindicales contribuyesen a elevar los precios de las entradas, la
contratación continuada de trabajadores sindicalizados dependería de la
elasticidad de la demanda de las entradas de teatro. Actualmente, hay evidencia
de que la demanda fue lo suficientemente elástica como para que muchos trabajadores
del teatro se quedasen sin empleo.
Dado que los requerimientos de
contratación de personal por parte de los sindicatos se basaban en el número de
asientos que tenía el teatro, los nuevos espectáculos se desplazaban hacia
teatros más pequeños frente a Broadway, para luego cambiarse a teatros más
grandes de esta avenida, una vez que consideraban que el éxito parecía estar
asegurado.
De este modo, podemos observar cómo, si bien es cierto que las reglas del exceso de trabajadores requerían que cada teatro contratase un número específico de empleados, tales reglas no pudieron evitar que los teatros más grandes de Broadway cerraran sus puertas, retirándose (aunque fuese sólo momentáneamente) del negocio, y dejando así sin empleo a muchos miembros del sindicato; efecto este con consecuencias totalmente opuestas a los objetivos que verdaderamente persiguen los sindicatos.
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