Alejandro Gutiérrez Gil
Con la crisis económica y
financiera, numerosos investigadores, economistas y público en general se ha
pronunciado acerca de las causas y consecuencias de la citada crisis. En sus
factores de riesgo, la perspectiva social ha quedado muy marcada, dando lugar a
una crisis social en toda regla. Parece que la situación va mejorando muy
lentamente, fruto más del propio avance en sus etapas del ciclo económico que
de las medidas adoptadas. No obstante, debemos ir pensando qué depara el futuro
y qué cosas han de cambiar para que no se vuelva a repetir una situación
similar, o al menos, en tal grado de profundidad.
Es necesario conocer el porqué
de la crisis, y estamos viviendo sus efectos, pero hay que iniciar todo un
proceso de cambio de pautas de comportamiento. Ante la variable hipotéticamente
más fácil de controlar, como es la económica (medidas para el crecimiento, para
el fomento del empleo…) están otras que son igual de importantes aunque más
difíciles de manejar y predecir. Las expectativas así como el comportamiento de
los agentes juegan aquí un papel crucial. Debemos pues poner de nuestra parte
todos los agentes económicos y corregir aquellas cuestiones que podamos hacer
por nosotros mismos para mejorar nuestra economía.
A lo largo de la crisis
económica se ha puesto de manifiesto en numerosos debates el nivel de educación
financiera que tiene el público en general. En nuestro país, antes de la
crisis, parte de los ciudadanos que se endeudaban lo hacían sin conocer muy
bien las consecuencias que conllevaban tales prácticas (pensando que la
vivienda nunca bajaría de precio) al igual que no se conocía qué productos se contrataban
en las entidades bancarias para depositar los ahorros personales. Muchos
ahorradores no conocían que al final de su plan de pensiones tenían que pagar
unos impuestos al rescatar el capital, o incluso se solicitaban los créditos a
pesar de que no se sabía muy bien que era aquello del Euribor.
Según la Confederación
Española de Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios (CEACCU) en
su estudio sobre Conocimiento, uso y percepción de los productos de ahorro e
inversión por los españoles en 2009, un tercio de los mismos se siente nada
informado, mientras que solo el 6,1% se siente totalmente informado. El no
disponer de información y no conocerla, es la segunda causa de la no
contratación de un producto habitual de ahorro (deposito, fondo de inversión,
acciones…). Los grupos más desfavorecidos: mujeres, jóvenes y ancianos, así
como grupos con menores estudios y escasa capacidad de ahorro. Precisamente
ellos son los que menos contrastan la información disponible.
Según
el Observatorio Inverco, en su barómetro de 2009 sobre el perfil sociocultural
del inversor, existen diferencias entre grupos de edad y sexo. El hombre
parece estar mejor formado en un nivel intermedio-alto, y a medida que aumenta
la edad aumenta la falta de educación financiera, siendo la tercera edad el
grupo social más vulnerable en este aspecto, como está quedando reflejado en
nuestro país.
La falta de educación
financiera parece ligeramente notable, a pesar de las medidas que ya se
empiezan a poner en práctica en las escuelas o programas que ha aprobado el
Banco de España. Aun así, parece necesario afrontar con especial interés los grupos
que ya han sido afectados y que tienen mayor riesgo social en estas
operaciones. De hecho, se está viendo con la crisis que las prioridades en la
tenencia del ahorro están cambiando. Detrás existe una explicación económica y
social: algo que podemos entender como un ciclo de vida social del ahorro.
Es destacable el 14,6% a las
edades de 65 años y más, dedicados a gastos extraordinarios o imprevistos. La situación que vivimos está cambiando las
pautas de comportamiento y las expectativas en las diferentes generaciones. Por la crisis, algo tan
importante en economía como el ahorro, y por tanto el consumo, se está viendo
modificado como bien reflejan los datos, tanto cuantitativa como
cualitativamente en su composición.
De 2009 a 2011 la partida
obtener rendimientos del ahorro casi ha desaparecido y el porcentaje dedicado a
imprevistos se ha duplicado.
En términos generales, la
educación financiera no está muy desarrollada en España, al menos hasta la
crisis, donde tiene su auge, como medida correctora de la situación que se ha
producido. Las pautas de comportamiento social frente al ámbito financiero
están variando, sobre todo en la tercera edad. Este colectivo así como mujeres
y personas con escaso nivel de estudios son los más vulnerables y en los que
debemos centrar las actuaciones a realizar. Con esto se está identificando unas
pautas que son corregibles para mejorar la educación financiera general, y aún
más importante, evitar situaciones como las que vivimos de cara a futuras
crisis económicas.



