martes, 4 de marzo de 2014

Entrada de inmigrantes

Guadalupe Correa Lopera


La reacción de la Guardia Civil ante el intento llevado a cabo el pasado 6 de febrero por un grupo de inmigrantes marroquíes de cruzar a nado el espigón ubicado junto al paso fronterizo que separa Ceuta de Marruecos está dando mucho que hablar, y, casi con total seguridad, ésta será la tónica general durante los próximos días, tanto por el hecho de que la Comisión Europea ha tomado cartas en el asunto exigiendo a España explicaciones por el fallecimiento de 15 inmigrantes, como por la posible reavivación del controvertido tema de la inmigración. Me gustaría dejar claro desde el principio que con este artículo nadie pretende poner en tela de juicio la precaria situación que se vive en los países de origen de estas personas, siendo evidente que necesitan de la ayuda de terceros países. No obstante, al margen de la visión moral de este fenómeno, vamos a tratar de explicar si, desde un punto de vista estrictamente económico, resulta viable que un país acoja a todos y cada uno de los inmigrantes que se aproximen a sus fronteras con la intención de acceder a su territorio.

Para procurar una mejor comprensión del fenómeno de la inmigración, vamos a establecer un símil entre lo que ocurre en la economía de un país y un auditorio. Imaginemos que el auditorio tiene capacidad para 200 oyentes. No obstante, el público actual se cifra en 160 personas, quedando todavía 40 plazas vacantes. Así, parece evidente que a los 160 individuos que ya estaban dentro del auditorio, la entrada de 40 personas adicionales no les supone ningún tipo de problema; cada uno de esos 40 agentes tiene a su disposición un asiento. La entrada del número exacto de personas con el que se alcanza el aforo máximo únicamente trae consigo, desde mi punto de vista, consecuencias positivas, en el sentido de que no ocasiona ningún trastorno al resto de oyentes (no reduce su nivel de bienestar) y la felicidad del conferenciante incrementa al ver que ha logrado atraer a todo el público necesario como para llenar el auditorio.

Si trasladamos esta situación a una economía real, nos encontramos con que, en un principio, la entrada de inmigrantes a un país traería consigo una mejora general de la economía. En primer lugar, porque proporcionan mano de obra barata para determinados trabajos que requieren de un escaso nivel de cualificación y que difícilmente serían realizados por los trabajadores nacionales, lo cual permite que tales trabajos se sigan desempeñando con relativa normalidad, favoreciendo así el crecimiento económico (aumento del PIB) y el aumento de las cotizaciones a la Seguridad Social. A su vez, en el mercado de trabajo se produce un incremento de la oferta de mano de obra. Así, el número de trabajadores que compiten entre sí por conseguir un empleo es ahora mayor, lo que ocasiona una contención de los salarios. Si bien es cierto que los efectos del establecimiento de obstáculos al crecimiento del nivel salarial pueden parecer exclusivamente negativos a primera vista, sería conveniente ver este fenómeno en el sentido de que posibilita una reducción de los costes de producción, de tal manera que los productos fabricados serían más competitivos, y, a largo plazo, lo verdaderamente interesante es disponer de una economía competitiva capaz de hacer frente a la competencia exterior. Además, podemos señalar que la idea de que cuánto más altos sean los salarios mejor será la situación económica no tiene porqué ser siempre cierta, puesto que salarios más altos también implican un nivel de precios superior, con los consecuentes efectos negativos que una elevada inflación trae consigo.

Otro de los beneficios más destacables de la inmigración es que contribuyen al rejuvenecimiento de la población; factor éste de vital importancia en una economía como la española, donde, según las últimas proyecciones de población elaboradas por el INE, de mantenerse en un futuro las actuales tendencias demográficas, la propia estructura de la población española nos llevaría a un escenario de pérdida progresiva de habitantes en las próximas décadas, sin olvidar la delicada situación en la que se encuentra actualmente nuestro sistema de pensiones de jubilación.

De este modo, observamos cómo, al igual que los primeros ocupantes del auditorio no se ven perjudicados por la entrada de otros tantos que tienen su asiento disponible, una economía, cuando se encuentra en un momento favorable y de crecimiento, tampoco se ve afectada negativamente por la inmigración.

Ahora bien, ¿significa esto que la entrada al auditorio del agente número 201 se traduce inmediatamente en un efecto negativo para el resto? Bajo mi punto de vista esto no es así. Y es que, todo va a depender del modo en que ese oyente adicional se adapte en el entorno: obviamente, si esa persona entra al auditorio y, ante la falta de asientos libres, se coloca de pie en primera fila, estaría ocasionando un grave perjuicio al resto de oyentes al obstaculizarles claramente la visión. Sin embargo, si ese individuo se queda de pie en la última fila, justo detrás de todas las butacas, no causaría ningún tipo de problema al resto.

Así, en una economía real, seguiría siendo factible la entrada de inmigrantes siempre y cuando continúen desempeñando sus trabajos de tal manera que no ocasionen un desplazamiento de la mano de obra local, y contribuyan al sistema de la Seguridad Social para justificar los posteriores beneficios que tanto del sistema educativo como del sanitario puedan percibir.

Sin embargo, llegará un momento en el que incluso la última fila del auditorio estará completa y no será posible la entrada de más oyentes que puedan permanecer de pie al fondo sin molestar a los demás. En esta situación, la entrada de un agente adicional sí implicaría ya una reducción del nivel de bienestar de los primeros ocupantes de la sala. Podría decirse, de este modo, que nos encontramos ante un problema de congestión. Para ver con más claridad en qué consiste este proceso, nos fijaremos en el siguiente ejemplo.

Imaginemos el caso de una oficina de correos, a la que una sucesión de personas va llegando, y donde cada una de ellas requerirá determinados servicios; algunos serán largos, como por ejemplo enviar un paquete, y otros cortos, como comprar un sello. Cada cliente puede encontrar el mostrador libre al llegar, o por el contrario, puede verse obligado a tener que hacer cola detrás de un cliente que está siendo atendido. Los clientes que sigan llegando formarán una cola detrás de los clientes que ya se encontraban en el interior de la oficina. Pues bien, en el caso de que exista irregularidad en el proceso de llegada de los clientes, o en la longitud de tiempo que se requiere para proporcionarles los servicios que demandan, aparecerán períodos de congestión durante los cuales se formará una cola con los clientes que están esperando.

Si trasladamos este ejemplo a una economía real, es posible percibir que los esfuerzos por querer absorber a todos los inmigrantes ilegales que llegan a un determinado país pueden acabar impactando negativamente sobre los recursos económicos del mismo. Y es que, el aumento del gasto público combinado con la ausencia de aportaciones al sistema de la Seguridad Social en el caso de los empleos ilegales, puede poner en peligro la pervivencia futura del Estado del Bienestar, principalmente en sus vertientes sanitaria y educativa. Asimismo, puede ocurrir que se produzca una disminución de la calidad de los servicios que se ofrecen a los ciudadanos de un país. Es posible establecer un símil entre esta situación y lo que ocurriría a nivel educativo: una clase en la que el profesor tenga sólo 20 alumnos presenta una mayor productividad que otra en la que haya el doble de estudiantes.

Con todos los anteriores argumentos, me siento capaz de afirmar que el problema no reside en el hecho de que una serie de inmigrantes entren a un país, puesto que, como hemos visto, este fenómeno tiene repercusiones positivas para la economía si viene acompañado de una situación de regularidad del empleo y siendo el flujo de llegada más o menos constante. El verdadero problema aparece cuando lo que se produce es una inmigración masiva y sin ningún tipo de control administrativo, en cuyo caso no resultaría económicamente factible para un país asilar a tantos inmigrantes como lleguen al mismo, originándose así una situación de congestión de la economía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario